Los profundos cambios que se produjeron durante los últimos años de la dictadura afectaron también a los medios de comunicación. A ello contribuyó la ligerísima liberalización que experimentó el negocio editorial y periodístico a raíz de la nueva ley de prensa de 1966 (ley Fraga) por la que desaparecía la censura previa. A pesar de ello, la nueva normativa preveía durísimas sanciones a quienes publicasen contenidos que se considerasen atentatorios contra los principios y valores de la dictadura, fomentando así la autocensura. Para el caso que nos ocupa resultaron fundamentales los nuevos aires que el Concilio Vaticano II imprimió a la Iglesia católica que, si bien nunca consumó su separación del Estado dictatorial que había contribuido a levantar y legitimar, si desarrolló un calculado “desenganche”. Esos vientos de cambio se transmitieron también a las empresas que, propiedad de la Iglesia española, se habían especializado en el negocio de la actualidad informativa.
Entre las empresas que protagonizaron relevantes signos aperturistas a través de los medios de su propiedad, destaca la Editorial Católica EDICA. A esta editorial pertenecía el diario La Verdad, que representó para la ciudad de Albacete la aparición de un nuevo tipo de prensa, inédito desde la II República, menos complaciente, más crítico, y comprometido con la compleja y cambiante realidad.
Este periódico, que lanzó su primer número en el mes de junio de 1973, rápidamente destacó en medio de un panorama informativo poco exigente y monopolizado por el oficialista La Voz de Albacete, perteneciente a la cadena de información del Movimiento. La Verdad se convirtió en el diario de los sectores de la sociedad albaceteña más inquietos y con una vocación transformadora y aperturista, y actuó como altavoz de aquellas minorías más concienciadas y que ansiaban hacerse oír o movilizarse social y políticamente. Una parte, y no pequeña, del nuevo rol desempeñado por la edición albacetense de La Verdad, fue responsabilidad de su delegado, Ramón Ferrando, un profesional comprometido con la transformación política del país, tal y como demuestran sus artículos de opinión que tituló, durante algún tiempo, como “Crónicas sin cáscara”. A través de ellos Ferrando puso de manifiesto su contrariedad con el inmovilismo dictatorial.
Para una correcta comprensión de este fenómeno periodístico, no puede olvidarse que La Verdad apareció poco antes del asesinato del presidente Carrero Blanco, cuya muerte provocó cambios importantes en el gobierno dictatorial que llevaron a puestos de alta dirección y gestión a relevantes democristianos y defensores de la apertura gradual del sistema. EDICA, como otros medios afines a la conferencia episcopal, se posicionaría en defensa de la reforma frente al inmovilismo, actuando La Verdad como uno de sus exponentes. Debe destacarse también que este tipo de publicaciones supieron aprovechar adecuadamente las mayores dosis de tolerancia que la gubernamentalidad desplegaba con la información local, frente a la mayor intransigencia con la general. Eso explicaría, por ejemplo, que la publicación y su director (o delegado) se mostrasen muy próximos al incipiente movimiento vecinal, cuyo desarrollo no se puede explicar suficientemente sin el altavoz y la labor de denuncia prestada por el diario La Verdad, donde aparecían habitualmente los problemas de los barrios periféricos al tiempo que la inacción del poder municipal.
Respecto a la configuración de los espacios políticos y sindicales de la provincia de Albacete, este periódico tendría también un papel destacado, haciéndose eco de los problemas y obstáculos para su desarrollo, y de la labor represora de la primera autoridad gubernativa. La Verdad actuaría como escaparate, el único, de las problemáticas obreras y los conflictos que protagonizaron durante los últimos años del régimen dictatorial, contribuyendo así a normalizar los actos de reivindicación a través de la explicación de los marcos de injusticia que soportaban los trabajadores.
El diario La Verdad realizó por tanto una relevante tarea de denuncia y crítica sociopolítica en las postrimerías de la dictadura, sirviendo a la vez de vehículo e instrumento para los diferentes colectivos sociales y políticos en la difusión de sus problemas y estrategias, a la vez que para concitar apoyos y solidaridades. La sensibilidad mostrada por el rotativo hacia la problemática ciudadana y urbana confirió a estos protagonistas el rango de interlocutores y agentes de cambio social, ya fueran vecinos, obreros, estudiantes o sindicalistas, convirtiéndose, adicionalmente, en una plataforma de influencia y presión sobre las autoridades y otros espacios de decisión.
Evidentemente, ni Ramón Ferrando ni la publicación, realizaron este tipo de trabajo informativo con inmunidad. El disgusto creciente de las jerarquías, especialmente del gobernador civil como responsable último en la provincia de lo que en ella se publicaba, se tradujo en recurrentes multas, coacciones y amenazas.
MARTÍN GARCÍA, O. A tientas con la democracia. Movilización, actitudes y cambio en la provincia de Albacete, 1966-1977, Madrid: La Catarata, 2008, pp. 162-172.
MARTÍN GARCÍA, O. Albacete en transición. El ayuntamiento y el cambio político, 1970-1979, Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses, 2006, pp. 75-83.
MARTÍN GARCÍA, O. “Antes de la transición, la lucha por la libertad. El papel de la prensa de provincias en el desgaste de la dictadura franquista. La Verdad de Albacete (1973-1977)” en QUIROSA-CHEYROUZE MUÑOZ, RAFAEL; NAVARRO PÉREZ, LUIS CARLOS; GARCÍA RUIZ, CARMEN ROSA (coord.), El papel de los medios de comunicación, Almeria: Universidad de Almería, 2007, pp. 261-277.
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