La primera acción obrera de cierta envergadura en Albacete durante el franquismo se produjo en el año 1953 y estuvo protagonizada por las mujeres trabajadoras de una fábrica de esparto ubicada en el Paseo de la Cuba. Esta fábrica era propiedad de un empresario de Hellín, Rodríguez Córcoles, que mantenía a las trabajadoras en condiciones de semiesclavitud, obligándolas a hacer turnos forzosos de noche que no repercutían en compensación económica alguna. Según relata Ezequiel San José en sus memorias, las condiciones laborales eran terribles para aquellas mujeres: retribuciones de hambre, ausencia de contratos y seguros, frecuentes accidentes de gravedad con fracturas y amputaciones de dedos, etc. Todas estas circunstancias, no muy diferentes de las que se daban en la mayor parte de las empresas industriales y las fábricas del resto del país, acabarían por hacer estallar a aquellas mujeres.
Una de las trabajadoras, Isidora Ramírez, comunista y compañera de Ezequiel San José, había sido elegida enlace sindical y fue quien lideró esta huelga. Una vez comunicadas las reivindicaciones al Sindicato Vertical, Isidora Ramírez fue despedida del trabajo. Como consecuencia, la fábrica paró durante unos días y hubo concentraciones de trabajadoras ante las puertas de Magistratura del Trabajo y del Sindicato Vertical en señal de protesta por el despido de su compañera, puesto que la legislación laboral entonces vigente prohibía expresamente el despido de los enlaces por reclamaciones estrictamente laborales.
El abogado de la empresa, Gonzalo Botija Cabo, falangista y futuro alcalde de Albacete doce años más tarde, trató de demostrar que el conflicto rebasaba lo estrictamente laboral para que fuese considerado político y se atribuyera al Partido Comunista. Finalmente, la empresa acabó cediendo y las trabajadoras consiguieron casi la totalidad de sus reivindicaciones.
GÓMEZ-FLORES, A., Los años sombríos. Albacete durante el franquismo, Albacete: Editorial Altaban, 2015.
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