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El abanico político que se abrió durante la fase de descomposición del franquismo abarcó desde partidos que defendían la dictadura, hasta fuerzas políticas partidarias de la revolución maoísta. A la izquierda del PCE, a partir la década de los sesenta, aparecieron una serie de estructuras políticas que promovieron algo más que la ruptura total con el sistema dictatorial. Sus luchas no solo tenían como objetivo acabar con el franquismo, sino también implantar un modelo político basado en una ideología absolutamente contraria. Entre los proyectos más importantes destacaron el anarquista, el maoísta o el leninista, todos ellos influenciados por el contexto internacional europeo. Aunque no se trataron de fuerzas mayoritarias, su gran activismo las convirtió en una pieza fundamental tanto en la lucha contra la dictadura como en los primeros compases de la transición.

Gran parte de estas minorías activas se forjaron en los grandes núcleos obreros y universitarios de Madrid o Barcelona. A partir de esos puntos fueron expandiéndose por el resto de las provincias españolas, incluso en aquellas que tradicionalmente no se habían vinculado con el movimiento obrero. Es el caso de Albacete, que contó con grupos de la extrema izquierda desde principios de los años setenta. El Partido Comunista marxista-leninista (PCE m-l) y el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), que fue su grupo armado, lograron reunir un pequeño grupo en el Instituto Católico de Escolapios en torno a José C. del Prado. Aunque nunca recurrieron a la violencia que sí defendía el FRAP a nivel nacional, se trató de un grupo muy activo en el ocaso de la dictatura.

Poco después de la aparición del PCE m-l en la provincia, se vertebró el Partido del Trabajo de España (PTE) a través de jóvenes pertenecientes a las clases medias y conservadoras de la ciudad. Antonio Navarro y Tomás Cuevas fueron algunos de los representantes más importantes junto Manuel Pérez Pena. Este grupo no solo organizó manifestaciones y actos de protesta, sino que se vinculó a movimientos sociales que defendían luchas concretas. La defensa de los trabajadores la llevaron a cabo a partir de la Confederación de Sindicatos Unitarios de Trabajadores (CSUT) y la defensa de la democratización del ejército de base desde la Unión Democrática de Soldados (UDS). Esta última fue una iniciativa con repercusiones en todo el país. De manera más tardía, en 1976, se estructuró un núcleo de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) gracias a un grupo de jóvenes que, a diferencia de las dos fuerzas anteriores, procedían del mundo obrero. Entre ellos destacó José Mª Bleda, estudiante en la universidad de Murcia y Antonio Marrón, recién licenciado en medicina. A todas estas pequeñas formaciones políticas se debe añadir un reducido núcleo de ácratas, es decir, anarquistas que no tenían estructura formalizada, y un grupo vinculado a la Unión de Juventudes Maoístas.

Las características comunes de todos estos grupos fueron la juventud de gran parte de sus miembros y el gran activismo que desarrollaron durante su existencia. Esto último provoco que parecieran partidos con una militancia mucho más activa que la que realmente tenían. Entre sus acciones destacaron la pega de carteles, las protestas en núcleos obreros, la realización de panfletos políticos, la participación en manifestaciones, la realización de algún acto vandálico y el enfrentamiento con la ultraderecha. Aunque gran parte de las acciones anteriores las realizaban de manera independiente cada formación, también organizaron actos conjuntos. El bar La Luna se convirtió en un lugar habitual de tertulias y debates políticos entre todos ellos.

A diferencia del resto de los partidos políticos, incluidos los de extrema derecha, estas formaciones no fueron legalizadas para la convocatoria electoral de 1977. Ante esta situación, muchas de ellas renunciaron a presentarse a las elecciones a excepción del PTE. Dicho partido formalizó la coalición Frente Democrático de Izquierdas (FDI) con presencia en la Albacete. La candidatura estuvo liderada por Enrique de Castro, un abogado que envió la dirección del PTE desde Madrid. Durante la campaña electoral, y pese a todas las dificultades con la que se encontraron, realizaron mítines por buena parte de la provincia. Aun así, sus resultados fueron muy modestos. En la provincia reunieron el 1% del total de los votos, destacando en algunos municipios como Bogarra, donde contaron con el 7.68% de los sufragios.

Tras las elecciones se produjo un cambio significativo en la organización de la izquierda radical provincial. Aunque muchos de estos grupos continuaron existiendo, gran parte de los líderes fundadores de las diferentes estructuras convergieron en el Movimiento Comunista. José C. del Prado, Antonio Navarro y Pérez Pena, entre otros, organizaron el comité provincial. Desde 1977, dicha estructura se convirtió en la fuerza más importante de la izquierda radical de Albacete. Se mantuvieron como partido minoritario, pero con un activismo importante, pues se involucraron en gran parte de los nuevos movimientos sociales. Colaboraron con el Movimiento Objetor de Conciencia (MOC), con los movimientos feministas y con el Grupo Ecologista Escorpión, defendieron la campaña anti-OTAN, lograron representación en los movimientos vecinales y se implicaron en la Asamblea de Parados.

Bibliografía

MOLINA GARCÍA, S. La Transición que no fue. Los Proyectos Revolucionarios y Franquistas en la provincia de Albacete, 1975-1982. Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses, 2017, pp. 185-272.

Palabras clave

extrema izquierda, Partico Comunista Español marxista-leninista, Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico, Partido del Trabajo de España, Sindicatos Unitarios de Trabajadores, Unión Democrática de Soldados, Confederación Nacional del Trabajo, Unión de Juventudes Maoístas, Frente Democrático de Izquierdas, Movimiento Comunista, Movimiento Objetor de Conciencia, Grupo Ecologista Escorpión

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