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Abelardo Sánchez era el segundo teniente alcalde cuando fue elegido por la corporación municipal como alcalde de Albacete en julio de 1978. Tras la renuncia a la alcaldía de Ramón Bello Bañón, que pasó a ocupar el cargo de gobernador civil en Ciudad Real, se hizo necesaria la designación de un nuevo alcalde. El mecanismo legal, una vez consumada la dimisión del alcalde saliente, habilitaba como presidente de la corporación al primer teniente de alcalde, que en esos momentos era Gabriel Sáinz de Baranda. Pero el empresario farmacéutico prefirió no aceptar la promoción alegando sus múltiples obligaciones profesionales. El siguiente candidato era el segundo teniente de alcalde, Abelardo Sánchez, antiguo vicesecretario provincial de Obras Sindicales y exprocurador en las Cortes franquistas por la administración local, quien fue ratificado por la corporación, tal y como había previsto una de las últimas reformas de la dictadura, y aceptó el encargo a mediados de julio.

La situación que encontró el nuevo alcalde fue ciertamente complicada. Era 1978 y se volvía a designar un nuevo alcalde a través de los procedimientos arbitrados por la dictadura, un año después de la celebración de elecciones generales y con una constitución democrática en plena fase de elaboración. La etapa de Abelardo Sánchez en la alcaldía fue breve, pues finalizó en abril de 1979, pero suficiente para mostrar las contradicciones de una institución ademocrática en un contexto general democrático.

Uno de los primeros compromisos de Abelardo Sánchez como alcalde fue trabajar para la supresión de la carretera de circunvalación y su reconversión en una calle normal. Esta era una vieja demanda de los barrios que consideraban la circunvalación como una barrera de segregación espacial, social y psicológica de las zonas periféricas y obreras de la ciudad de Albacete. La promesa era popular, pero difícil de llevar a cabo. Y es que la gestión de Abelardo Sánchez se caracterizó por protagonizar, con cierta frecuencia, acciones peculiares encaminadas a congraciarse con los vecinos de los barrios populares, cuyo incipiente asociacionismo los colocaba en vanguardia del activismo ciudadano y bajo la tutela de la izquierda local.

Pero las propuestas del alcalde para los barrios periféricos no se tradujeron en auténticas soluciones, por lo que las asociaciones de vecinos acusaron al alcalde de marginarlos y disimular un falso interés por estos en búsqueda de futuros beneficios electorales. En esta línea, el PCE recriminó también “que el señor Sánchez Moreno deje de hacer su campaña electoral de cara a las próximas elecciones municipales con el dinero de todo el pueblo de Albacete”. Acusación de la que el alcalde se defendió denunciando la manipulación de las asociaciones de los barrios por parte de los comunistas. También, y desde la izquierda, se acusó al alcalde de favorecer los intereses del gobierno y de UCD, pero no fructificó relación política alguna entre Sánchez y la formación centrista, algo que extraña teniendo en cuenta que Sánchez representó al falangismo más aperturista y próximo a Martín Villa –con quien coincidió en Madrid en su calidad de procurador en las Cortes franquistas–, participó de la Federación Socialdemócrata Independiente, y trabajó para la integración del grupo político local Alianza Democrática por Albacete (ADA), formado por varios concejales aperturistas del llamado “grupo de los ocho”, en UCD.

En medio de estas duras críticas a la alcaldía de Abelardo Sánchez, la situación financiera que atravesaba el Ayuntamiento no había mejorado con la democratización del sistema político. Esto se debió, en parte, al propósito ideado por el gobierno de Suarez de liquidar las deudas de los ayuntamientos con el fin de entregar unos balances no deudores a las corporaciones entrantes a base de un nuevo endeudamiento con el Banco de Crédito Local. Sin embargo, dicho saneamiento parecía responder más a una estrategia para debilitar a los futuros poderes municipales que muy probablemente caerían en manos de socialistas y comunistas tras las elecciones municipales.

La celebración de las primeras elecciones democráticas municipales en abril de 1979 puso el punto y final al mandato de Abelardo Sánchez en el ayuntamiento de Albacete, quien por otra parte no lograría dar continuidad a su carrera política.

 

Bibliografía

MARTÍN GARCÍA, O. J., Albacete en la transición. El Ayuntamiento y el cambio político, 1970-1979. Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses, 2006, pp. 209-219.

 

Palabras clave

Abelardo Sánchez Moreno, alcaldía, ayuntamiento, Ramón Bello Bañón, Gabriel Sáinz de Baranda, Corporación municipal, PCE, UCD, elecciones generales, Constitución, comicios municipales

 

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Datos de localización

Calle Martínez Villena, 3, 02001 Albacete, España

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